Las 3 preguntas de la dolarizacion: ¿por qué, cómo, y cuándo?
Las tres preguntas claves que plantea una dolarización son por qué, como y cuando. La más fácil de responder es la primera. Hay varias buenas razones para que el gobierno adopte el dólar como moneda de curso legal. Para empezar, sólo implica reconocer oficialmente una realidad. La economía está de facto dolarizada, pero pagamos todos los costos de ello y no gozamos de sus beneficios. Además, el Estado argentino también adoptó el dólar para endeudarse, pero como sus ingresos son mayormente en pesos su descalce cambiario genera crisis macroeconómicas recurrentes. En segundo lugar, la dolarización también sería un gran igualador ya que les daría a los sectores ingresos medios y bajos la posibilidad de ahorrar y progresar que hoy solo tienen los más ricos. Tercero, solo una dolarización ofrece la esperanza de que regrese al país una parte de los ahorros argentinos que el. populismo expulsó a otras jurisdicciones más seguras.
Hay quienes creen que con un gran acuerdo político se pueden resolver los problemas estructurales y que una dolarización sería tan innecesaria como dolorosa. Es un voluntarismo tan ingenuo como peligroso. Desactivar la bomba que nos ha legado el populismo requiere de herramientas que la política económica convencional carece. Insistir con lo que fracasó es una necedad. Un programa de reformas inconcluso contribuirá a acelerar nuestra decadencia.
El dilema es cómo generar credibilidad bajo jurisdicción argentina. La anomia institucional presenta un obstáculo insalvable. Sin separación de poderes, las leyes no valen el papel en el que están impresas. Y sin credibilidad cualquier plan anti-inflacionario tarde o temprano fracasará.
La dolarización no es magia, ni panacea. Es el único mecanismo que, al generar credibilidad, ofrece esperanzas de que un programa de reformas pueda completarse exitosamente. Acompañada de una profunda reforma bancaria y de la firma de tratados de libre comercio nos permitiría escapar de la trampa del populismo.
La experiencia ecuatoriana encierra valiosas lecciones: 1) no se necesitan condiciones ideales para dolarizar (si existieran sería innecesaria), 2) sus principales beneficiarios son los sectores de ingresos medios y bajos, 3) no elimina el riesgo de populismo, pero reduce su costo, 4) no aumenta la vulnerabilidad macroeconómica, ni somete a la economía a los vaivenes de la política monetaria norteamericana (ya somos vulnerables con moneda propia), y 5) no “primariza” la economía sino que contribuye a diversificar la composición y el destino de las exportaciones.
Otra lección importante de Ecuador es que hay que cerrar el banco central, ya que es el vehículo más idóneo para revertir una dolarización (lo cual no significa eliminar todas sus funciones).
Respecto al cómo, muchos analistas sostienen que es imposible dolarizar debido a la falta de reservas. En primer lugar, es un error proyectar la coyuntura. La falta de reservas no es una limitación estructural de la economía argentina sino de las políticas populistas. Un gobierno creíble podría dolarizar. En nuestro libro explicamos como.
¿Cuándo dolarizar? Difícil imaginar que el sistema político se avenga a una dolarización a menos que la tasa mensual de inflación supere 10%. Bajo tal escenario, probablemente sea la única alternativa viable para escapar de una hiperinflación.