Dolarización versus competencia de monedas
Entre algunos analistas y sectores de la oposición circula la idea que una “competencia de monedas” sería una mejor opción que dolarizar la economía argentina. En resumen, la competencia de monedas sugiere poner al peso y al dólar (y otras monedas) en igualdad de condiciones y que compitan, dejando que el mercado desplace al peso de circulación por un proceso de “mano invisible”. La competencia de monedas traería una ventaja fundamental frente a una dolarización dado que, al no dolarizar, se evitaría el problema que el BCRA no tendría reservas suficientes para dolarizar a una tasa razonable.
Sin embargo, hay varias cuestiones para tener en cuenta.
Denominación engañosa
Plantear las opciones en términos de “dolarización versus competencia de monedas” me resulta engañoso dado que una dolarización no es incompatible con un régimen de competencia de monedas. Al menos la dolarización que proponemos con Emilio Ocampo en nuestro libro incluye un régimen de competencia de monedas donde hay libertad de realizar contratos con la moneda que se elija. Quien quiera celebrar un contrato en euros, libras esterlinas, o cualquier otra moneda es libre de hacerlo.
Si el énfasis va a estar puesto en la “competencia de monedas”, más preciso sería hablar de competencia de monedas con o sin el peso. La presencia del peso no es lo que define que haya o no competencia de monedas.
Tipo de cambio y reservas
No es claro que una competencia de monedas evite el problema de falta de reservas. ¿Qué pasaría con el tipo de cambio bajo este régimen, donde no hay lugar a trabas o cepos cambiarios? ¿Cuál es el tipo de cambio de equilibrio en este escenario? La crítica a la dolarización debe ser simétrica. Si se critica la dolarización porque hoy no hay reservas líquidas, entonces la competencia de monedas debe ser defendida si se aplicase bajo las mismas condiciones.
Se puede argumentar que una competencia de monedas, al permitir el uso legal del dólar, atraería fondos de argentinos en el exterior, o incluso nuevos fondos de inversión. Puede ser. Pero es importante tener presente que estamos ante un régimen monetario que permite el uso del dólar en el mercado local. Ya no es necesario, por lo tanto, vender dólares en el mercado de cambios para usar pesos en el mercado local. Si es cierto que el dólar va a desplazar al peso bajo competencia de monedas, entonces esos dólares que entran del exterior no contribuyen a enfriar el tipo de cambio.
No está claro, al menos por ahora, por qué una competencia de monedas no se enfrentaría al problema de un BCRA sin reservas. En ambos casos, dolarización o competencia de monedas, es necesario aumentar el monto de reservas de libre disponibilidad del BCRA. ¿En qué escenario es esto más factible que suceda, bajo una dolarización donde desaparece el peso o bajo competencia de monedas donde en cualquier momento el gobierno vuelve a restringir el uso de dólares? Recordemos que el actual cepo fue impuesto por Cambiemos, no por el kirchnerismo.
Efectos red
En su propuesta, Hayek especula con una “competencia perfecta” de monedas fiduciarias. Friedman (1984) y Fisher (1986) le cuestionan a Hayek que se olvidó de considerar los efectos red del dinero y que por lo tanto no deberíamos esperar una gran diversidad de monedas. Un bien red es aquel bien cuya utilidad crece con la cantidad de usuarios del bien. Un ejemplo clásico es el fax. La utilidad de fax es cero si nadie más tiene un fax, y crece con la cantidad de gente que también tiene un fax. Un ejemplo más contemporáneo son las redes sociales. De poco sirve estar en Twitter si nadie más utiliza esta red. El dinero también es un bien red, lo cual es importante para el caso de competencia de monedas.
En el caso de bienes red no hay garantía de que el bien superior vaya a dominar sobre el bien inferior. Un bien red que se lanza al mercado antes o con mejor marketing que un bien red de superior calidad, puede dominar el mercado a pesar de ser de menor calidad. Twitter y Facebook, por ejemplo, sean los principales proveedores en sus respectivos mercados no quiere decir que sean los productos de mejor calidad.
¿Que evidencia empírica tenemos de este problema? Luther y White (2016) estudian un caso que se aproxima a un experimento natural de la objeción que plantean Friedman y Fisher. Estos autores estudian qué sucedió con el uso del schilling somalí tras el colapso del gobierno en enero de 1991. Entre 1991 y 1997 el tipo de cambio entre el shilling somalí (SOS) y dólar (USD) osciló en torno a los 0,12 USD = 1.000 SOS. En el 2002 el tipo de cambio se encontraba en 0,04 USD = 1.000 SOS. El shilling somalí se depreció al punto de no valer más que el papel y tinta en que estaba impreso (Luther y White 2016, p. 7). A pesar de no haber gobierno, ni ley, que impidiese a los somalís cambiar de moneda (por ejemplo, la de países vecinos o socios comerciales) el shilling somalí siguió en circulación.
Es importante no menospreciar lo difícil que puede ser romper el efecto red de una moneda que, por más que se deprecie aceleradamente, sea el medio común de intercambio de una economía con más de 40 millones de habitantes. Una competencia de monedas podrá facilitar el ahorro en dólares, pero puede no ser suficiente para eliminar al peso como medio de intercambio, dejando así la puerta abierta a nuevos abusos por parte del estado.
Descalce Cambiario
Otra cuestión es que una competencia de monedas mantiene vigente un serio problema de la economía argentina: El descalce cambiario. El Tesoro (y parte del sector privado) tiene ingresos en pesos, pero sus deudas son en dólares. Por este motivo las devaluaciones, en lugar de aumentar la “competitividad” pueden terminar generando un efecto contractivo en la economía.
Para eliminar el descalce cambiario, los impuestos deberían pagarse en dólares. ¿Acaso el estado nacional no va a aceptar pago de impuesto en la moneda nacional? Y si los impuestos pasan a pagarse en dólares, lo cual implica una caída en la demanda de pesos por transacciones, ¿a dónde se va el tipo de cambio con el dólar? Según el argumento a favor de la competencia de monedas habría aún menos motivos por los cuales usar el peso, el mercado se apresuraría a comprar dólares, los cuales actualmente no están en el BCRA.
El descalce cambiario es uno de los problemas más serios de la economía argentina. Es también un tema al que no se le presta la debida atención en los pros y contras de una dolarización.
Alto riesgo de fracaso
Por último, la elección entre dolarización o competencia de monedas tampoco debe ignorar el costo del riesgo de fracaso. ¿Está en condiciones Argentina de soportar otra gran crisis? Si el costo de una nueva crisis es muy alto, el valor esperado del fracaso puede ser alto a pesar de tener una baja probabilidad de ocurrencia. En otras palabras, es mucho lo que hay en juego.
Una dolarización como la que proponemos minimiza la probabilidad de fracaso. Es más probable que cualquier gobierno argentino de marcha atrás en una competencia de monedas a que lo haga con una economía dolarizada de jure. La convertibilidad de los 90 era más difícil de revertir que una competencia de monedas, lo cual no detuvo la mega devaluación, corralito, corralón, default, y pesificación asimétrica. Una dolarización es otro candado (difícil de revertir) sobre las reformas que acompañan al cambio de régimen monetario. Sin una dolarización, habría un permanente riesgo de perder la competencia de monedas.
Sugiero la siguiente pregunta para contrastar la conveniencia de ambas reformas monetarias. ¿Qué error preferimos cometer?
- ¿Dolarizar sin que sea necesario el candado extra?
- ¿Competencia de monedas y encontrar que volvemos a foja cero?
Quizás una dolarización sea, ex post, tener un exceso de candados. Pero quizás sea un candado que ex ante nos asegura no tener otra crisis que el país no puede soportar.